¿Qué es traducir?
Parece una tarea sencilla, donde basta conocer "medianamente" bien dos lenguas. Cualquiera puede hacerlo. Y de hecho
una gran parte de los proyectos de traducción acaban en manos del sobrino que estudió inglés en Estados Unidos o la
cajera del súper que tiene un novio australiano.
Pero no es así. Traducir no es una operación mecánica o automática. La prueba es que, pese a los enormes avances
informáticos en programas de traducción, ninguno es capaz de producir traducciones de calidad, precisas, correctas
y naturales. Para conseguirlo hace falta un traductor experto que corrija el texto final.
En realidad, el traductor profesional no sólo debe dominar a fondo sus dos lenguas de trabajo, sino también
especializarse, tener acceso a documentación, contar con una preparación académica cada vez más exigente
(licenciatura, master, doctorado...), estar al día en informática y ser capaz de cumplir unos plazos más y más
reducidos, tratando de hacer mínimamente rentable un negocio con tarifas muy bajas marcadas por la competencia
desleal.